Cuando escribo, es porque ya recorrí un camino pensando, imaginando, observando, fotografiando, despierto, sonámbulo, preguntando para obtener un porqué. Luego de recorrer ese camino hay una síntesis de protesta, de conciencia y de amor. Según mi razonamiento califico lo que escribo, aunque no me creo el poeta, ni el cronista, son sólo escritos. Soy lo que escribo, y más bien el que se tome el tiempo de leer, de pensar y de imaginar, tiene el derecho de juzgar mi escrito según su sensatez y sabiduría.
El poeta, transmite los momentos de éxtasis del presente y del pasado, recíprocamente escribe del futuro, el paraíso o el desastre, adquirir un recuerdo que lo lleva a viajar en el tiempo entre mundos utópicos, eternos e intensos sueños dirigidos desde el sistema de control, el pequeño universo real, el cerebro humano.
El poema, es la nave en que viaja, la que soporta los tropiezos, tachones, arrugas, lluvias, la que se deja moldear por lo vivido, lo soñado, lo injusto, lo duro, lo bueno, dándole vida a un escrito que es oportuno en momentos indicados. Esa nave la conduzco yo, soy el que le da la dirección, soy el que la choca, el que sube y el que baja, soy la energía que transmite una corriente poética.