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Aferrándose a su tierra y con los últimos suspiros

Aferrándose a su tierra y con los últimos suspiros un viejísimo árbol me dijo: "Los árboles viejos, dan mejores frutos, se aferran a su tierra, porque todo se va, y sólo quedaran los frutos que alcanzaron el amanecer."

martes, 29 de enero de 2019

Como el cóndor que aún respira

Fuerte, es fuerte, ese sonido muy cerca al oído derecho (tiiiiiiiiiii), el pecho salta, se infla de manera rápida. Él está en lo alto de una montaña, está parado, con la mirada hacia el horizonte, no parpadea, su expresión facial es intacta, intenta pensar sobre lo que pasa y ¿por qué su cuerpo está nervioso?

Una mirada lo hizo todo, sin decir nada; una verdad que reveló todo, fue un recuerdo que trajo el viento; su cuerpo lo recordó todo y al mismo tiempo su orgullo lo desechó todo.

En ese momento, se hace un nudo en la garganta y se inundan los ojos, salen de a poco las lágrimas, junta sus pestañas, y volvió a ver todo. Sentía que volaba y caía por el espiral de su memoria, paseando por el olvido encontró a un hombre ni muy joven ni muy viejo, pero el mismo de siempre que no cambiaba con el tiempo. Así que, abrió las alas, dio un salto en lo más alto de las montañas andinas, donde se fue desapareciendo poco a poco en el azul pálido del cielo, y donde una buena corriente de viento lo llevará a su destino.

Él se fue y no volverá, pero, en cada pluma de sus alas lleva un recuerdo que nunca la podrá olvidar.