Viernes 20 de marzo.
Ella gritó: "¡No!, cierra los
ojos". Volteo y ella insiste ¡cierra los ojos! Lo hago, me guía hasta la
cama y me pide que me siente, me va a entregar un regalo de cumpleaños. No
sabíamos cuándo nos volveríamos a ver, ella prefirió adelantarse.
En ese momento estaba en el occidente de la ciudad, eran
aproximadamente las nueve de la noche, buscaba el computador para ver una película.
Constata que sigo con los ojos
cerrados, me pide que abra las manos. Me entrega algo que parece un vaso. Me
ordena: "Puedes abrir los ojos". Era una base blanca pesada, y un
frasco donde había dos flores y dos palitos de madera, cada uno con una crisálida
colgando, también había dos tarjetas, una tenía instrucciones. La otra, un
mensaje: "Que tus sueños desplieguen las alas y se eleven ante el
sol". Por detrás, un lindo dibujo de una mariposa azul (ella lo hizo, pues
tiene talento artístico).
En la tarjeta de instrucciones leo:
Mariposas Metamorfosis. Y en la parte superior dice: ‘Crisálida’. Miro sus ojos
que me interrogan y con voz suave pregunta: ¿Si te gustó? Nacerá antes de tu
cumpleaños.
Pero en vez de una eran dos crisálidas ¿por qué? Le pregunté:
— Una es para ti y la otra es para tu sobrino, no sé cómo van a decidir—dice, y
sonríe. Ahora mi inquietud era: “¿cómo voy a llevar este regalo hasta la casa?”
Me preocupaban los movimientos en el bus o peor, en el Tranvía, que en
ocasiones frena de manera repentina, “¡Ay juemadre!
Sábado 21 de marzo.
Me dirijo a casa, la tarde está
triste y opaca, la ciudad está rara, fue declarada Cuarentena preventiva por el
Covid-19, a partir de las siete de la noche. Durante el recorrido sufrí un poco
por los brincos del bus, y luego en el Tranvía, pero no sucedió nada peculiar.
En casa lo primero que hago es poner el frasco en una parte
que a Wi (el gato) no le llame la atención. Estoy pendiente de cualquier
reacción, pero Wi lo ignora, sigue escalando entre los muebles para llegar a lo
más alto de la habitación y tener una mejor panorámica.
Más tarde, le explico a Andrés, mi sobrino de casi siete
años, lo que hay en el frasco, pero él ya tenía idea, su mente va mucho más
adelante de lo que uno cree. Le hablo un poco de ella, pues no se conocen. Lo
veo muy interesado por su crisálida a pesar que se la obsequió una desconocida
que hace que su tío esté lejos de él.
Andrés empieza a mostrar interés en
la metamorfosis, está muy contento y pregunta: ¿Cuál es la mía? Con una sonrisa
mueca y ojos inquietos observa las dos. Dice que ya sabe cuál será la suya.
Quiere la del lunar negro. ¿Y por qué las dos tienen un anillo de oro?
—pregunta. —Para que pidas un deseo—le explico.
Pero el deseo se debe pedir en el
momento en que se libere, le digo. En la tarde pasó muy pendiente de su
crisálida, le daba vueltas constantemente. Cuando llegó la noche les pidió a
los padres amanecer donde la abuela, porque al tío le dieron un regalo para los
dos y debe cuidarlo. Esa noche la crisálida adquirió un tono oscuro, eso
significa que en cualquier momento puede salir.
Domingo 22 de marzo.
Dormí sin sobresaltos y cuando desperté, casi a las ocho de
la mañana, ya había una monarca suspendida de uno de los palitos, aleteaba y un
líquido viscoso le escurría por el abdomen. Decidí esperar al dormilón de
Andrés para ver su reacción. Entretanto me hice desayuno, luego, me puse a
leer, ya eran las diez pasadas y nada. Dejé de leer cuando él llegó acelerado y
directo a ver su regalo. “¡Mi mariposa, mi mariposa, mi mariposa!”, gritó.
Estaba muy contento. ¿A qué horas nació?, ¿cuándo la vamos a liberar?, ¿puedo
pedir mi deseo ya?, atropellaba una pregunta a la otra.
Su emoción innata de niño y su desespero por liberarla eran
comprensibles. Entonces, nos dirigimos a una de las ventanas de la casa, en el
segundo piso, de la cual cuelgan plantas y flores.
Tomo el frasco, giro sutilmente la tapa, él se emociona, se
afana en tocar la Monarca. Cuando ve que está por salir, le da miedo. Se aleja,
le invito a que se acerque y con su sonrisa mueca y nerviosa, dice: "Desde
acá estoy bien". Insisto para que se acerque, pero dice que no. Entonces llega el momento, la dejo volar
libre mientras le recuerdo a Andrés que pida su deseo. La vemos cuando se posa
en una de las plantas, él se acerca sigilosamente. Se queda observando un buen
rato.
Han pasado cinco días después del
nacimiento de la crisálida que escogió Andrés. He estado muy atento de mi
regalo. El día anterior me acosté temprano y puse la alarma a las tres de la
mañana para ver si había sucedido algo. Me desperté a las dos pasadas, encendí
la luz y fui a mirarla. La crisálida sigue negra con un anillo dorado. Apago la
luz e intento dormir, estoy tan curioso como mi sobrino, además, ella me la
obsequió y es muy especial para mí. Considero que es bonito disfrutar de ese
momento de la naturaleza. Decido seguir despierto, me preparo algo caliente,
vuelvo al cuarto y la miro de nuevo, sigue de color oscuro, enciendo el
computador, pongo el frasco al lado y me dedico a escribir.
Son la cinco de la mañana y no hay novedades, la tengo al
frente, el mínimo movimiento será percibido. Sigo en el computador, leo, pero
la miro constantemente. Cinco y treinta, hay un movimiento, miro rápido. La
mariposa está saliendo, son segundos, no hubo tiempo para pensar en el celular
y grabar, solo para apreciar la naturaleza y su magia.
Este regalo estará guardado en la parte especial de mis
recuerdos, donde los momentos no se olvidan, es un obsequio donde la naturaleza
te transforma. Todo, gracias a una mujer con crespitos lindos, que concede
detalles tan especiales que te alegran la vida.
A las nueve de la mañana el sol sonríe, la libero, dejo que
agite sus alas y dance con los rayos de luz, y pido mi deseo de cumpleaños. Por
conspiraciones de la naturaleza y del universo una vida celebra otra vida.