En la habitación 027 se apreciaba la Odisea, el atardecer adereza las aventuras del joven de 16 años, era un drama diferente de las otras habitaciones del hospital MARGARITA MARIA ESCUDERO OSORIO.
En Girardota las mañanas son únicas en el hospital, el sol visita calurosamente, adornando los jardines, las rosas que relucen como esferas incandescentes, los pacientes indican la necesidad de sentir por última vez la luz ardiente, disfrutando las milésimas de segundos; muchos no sabrán si mañana tengan de nuevo esta oportunidad, valorada por moribundos y despilfarrada por los vivos.
Joven lleno de vida e inconvenientes. Hace tres semanas vivía en la calle, buscando comida en las basuras, pidiendo monedas cerca del parque de Girardota, y la droga no lo desampara, llevándolo mas cerca a un nirvana “me encontraba el paraíso, me relajaba, me tranquilizan” las drogas lo llevaban a la gloria de su pequeño y luchado mundo.
La doctora Tatiana Pérez Loaiza, es la encargada del tratamiento de Duvian y dice “Duvian llego con una sobredosis muy alta hace dos semana, poco a poco ha mejorado, pero lo más importante es el acompañamiento de los padres y hasta donde estoy informada ellos no están, es una tía la que está pendiente de él, los últimos exámenes nos dicen que su recuperación va por buen camino, ahora hay que gestionar para enviarlo a Carisma, es un instituto que le ayuda a los jóvenes a luchar o dejar las drogas, espero que Duvian luche y todo le salga bien”
La tía de Duvian está pendiente de cualquier cosa que necesite, ella se llama Marina tiene 39 años y dice “todos tenemos problemas, los niños y jóvenes están expuestos a caer en malos pasos y sobre todo cuando no tienen el apoyo y el acompañamiento de sus padres, yo lo quiero mucho como si fuera otro hijo mío y hare lo posible para mostrarle un mejor camino y mucho apoyo”
Duvian deja su casa, entrar a otro mundo “fácil y divertido”.
Para un joven el apoyo y el cariño de sus padres es primordial, pero no todos corren con ese privilegio que marca y da una dirección a la vida. Los problemas familiares le abrían caminos a Duvian a la vida fácil, sin quien lo orientara y dejarlo a la deriva en los rieles del mundo subdesarrollado, encontrándose con gente que quería ayudarlo como su tía Marina y personas que lo utilizaban para lograr lo que ellas querían entrando en el inmenso mundo de las drogas.
Duvian al entrar en el mundo “fácil y divertido” conoció a Yaneth, otra joven que viviente de la calle, sus 18 años parecen mentiras, su rostro es cándido, la estatura es acorde, su cuerpo poco plano, poco voluptuoso, es manipulado por un hombre que “nos ayuda, pero la verdad se aprovecha de la realidad que vivimos” lo dice Yaneth con mirada firme al asfalto, como si en su mente darán vueltas ideas o recuerdos. Yaneth a pesar de vivir en la calle no es hadita a las drogas, pero si las consume no tanto como su apreciado amigo; Duvian en sus ojos da entender con anhelo y expresa, “Yaneth será mi fortaleza para salir de esta, anhelo con un día asoleado y caminando por ahí al lado de ella, comiendo un helado”
Duvian la conoció la tercera noche en que dejo su casa, desde aquel momento se cuidan el uno al otro, comparten recuerdos que duelen, pero hay que recordarlos, no obstante inhumanos, fuertes, malos o buenos y alegres, el ser humano necesita sus recuerdos, de lo contrario se olvida de lo humano.
Yaneth caída del cielo es la fuente de esperanza, es el embellecimiento de una vida llena de nubes negras, que a su vez nublan las pocas y resistibles nubes blancas del cielo de Duvian, joven que hace pocos días decidió luchar contra las drogas y quiere vivir porque “se que mañana será mejor”.
POR: Jessica Maria Gomes Guisao y Jhon Stuart Pérez Guzmán